Conectividad: todo lo que el coche conoce de nosotros

Todos hemos oído hablar del Internet de las Cosas, el IOT por sus iniciales inglesas. Que si las televisiones conectadas, neveras que nos avisan de lo que tenemos que reponer, que si robots trabajando en factorías interconectados a través de la red… Y también los coches conectados.
Los vehículos modernos –y aunque no lo creamos, los que no lo son tanto– están conectados. Y lo van a estar más. Cada vehículo genera montones de datos, tantos que muchas veces los conductores no somos conscientes de ello. Al menos, los coches más recientes avisan en sus pantallas multimedia que tienes que aceptar o no las políticas de privacidad.

 

El coche es un chivato

Un coche actual de tamaño compacto y de gama media lleva entre 35 y 40 miniordenadores; es decir, unidades electrónicas inteligentes con microprocesadores y microcontroladores. Además, hay que añadirle entre 40 y 50 unidades de sensores que proporcionan datos (presión, temperatura, imagen, etc.) y actuadores que ejecutan comandos en pequeños motores auxiliares, calefactores, ventiladores, bocinas, luces LED… Y casi todos ellos dejan rastro de su funcionamiento.

Estamos frente a un verdadero chivato sobre ruedas. Por regla general, los coches desvelan a las marcas fabricantes únicamente datos básicos. Suelen ser de carácter técnico: velocidad máxima y media alcanzada por el vehículo, la longitud de cada trayecto, el régimen de giro del motor, cuántos kilómetros ha cubierto en total el vehículo, su consumo de combustible, el nivel del lubricante u otros líquidos, así como, si conducimos un eléctrico, la cantidad de carga de la batería. A todos estos datos hay que sumar otros como la temperatura exterior, la presión de los neumáticos, si las puertas están abiertas o cerradas, el freno de estacionamiento conectado y, siempre, donde está el vehículo.

Todos estos datos generan una cantidad de información notable. Un coche medio puede enviar paquetes de datos de unos 4 megabites por cada trayecto que cubre. Si multiplicamos esa cantidad por la del número de desplazamientos que realiza un coche al año y los millones de ellos que circulan solo en España, nos damos cuenta de la cantidad de información que generan los vehículos. Un verdadero big data.

¿Cómo se comparten los datos que genera el coche?

Los coches que ya montan un sistema de envío de datos almacenan alrededor de unos 20 parámetros básicos. Normalmente, cada vez que el conductor o conductora apaga el coche, este comienza a enviar datos a través de una centralita con tarjeta SIM integrada. Para que eso suceda, el usuario habrá tenido que aceptar los términos y las condiciones del servicio o no podrán compartirse los datos. Algunas marcas incluso dan la opción al cliente de elegir qué datos sí y cuáles no desea compartir.

¿Quién gana con los datos que chiva tu coche?

Así que los conductores somos unos excelentes generadores de información y, cada vez que nos ponemos al volante, creamos un valor monetario con los datos, algo que, obviamente, saben las marcas de coches, y por eso quieren gestionarlos. Según un estudio de la Comisión Europea, el valor de los datos se estima en más de 200 euros anuales por coche conectado. Si los multiplicamos por el número de coches que circulan por el territorio de la Unión Europea, estamos hablamos de varios miles de millones de euros anuales.

Un par de ejemplos: Carlos Tavares, el consejero delegado del Grupo Stellantis, que fabrica 14 marcas de coches tan populares como Fiat, Citroën, Opel o Peugeot, declaró recientemente que espera que la empresa que dirige genere 20.000 millones de euros en ingresos por software para el año 2030; y en esa misma fecha, el poderoso Grupo Volkswagen (con marcas como Audi, Cupra, Seat, Skoda y la propia Volkswagen) prevé que un tercio de sus ingresos lleguen desde los servicios asociados gracias a la conectividad de sus vehículos.

Cierto es que el cliente también gana. ¿Cómo? Pues, por ejemplo, muchas marcas dan la posibilidad de acceder, a través de una aplicación de móvil, a servicios como conocer la posición del coche, encender a distancia el aire acondicionado o la calefacción, abrir o cerrar las puertas, etc. Incluso recibir alertas de cuándo debe llevar el coche al taller para las labores de mantenimiento, lo redundará sin duda en un ahorro a lo largo de toda la vida útil del vehículo.

 

¿Están seguros los datos?

Según la Asociación Europa de Fabricantes de Automóviles (ACEA), los datos generados por el coche son “principalmente de naturaleza técnica y no incluyen aquellos importados por los usuarios, como los contactos de la lista telefónica de su teléfono, o generados por ellos, como los destinos introducidos en el navegador”. Así que parece que sí podemos estar tranquilos.

Desde este organismo también explican que los datos creados por el uso del coche solo se pueden compartir si el usuario está de acuerdo, según la legislación europea de protección de datos de 2018 (GDPR). “La protección de datos es un tema que nos tomamos muy en serio”, dicen en ACEA.

Además, los coches nuevos que se venden en Europa desde el pasado 1 de julio de 2024 deben cumplir con una nueva norma de ciberseguridad, la WP.29, que garantiza que los coches son seguros frente a, como poco, 70 amenazas informáticas diferentes. Por ejemplo, el vehículo está protegido frente a software malicioso que pudiese acceder al vehículo a través de los medios empleados para conectarse con el exterior, la instalación de virus a través de un pirata informático, el traspaso de información personal o la manipulación remota de los sistemas del vehículo.

Lo más curioso de todo es que, aunque el coche es, como vemos, un generador de datos importante, quizá lo es más uno de los pasajeros que siempre va a bordo con nosotros: el teléfono móvil inteligente, un verdadero chivato profesional.

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